En 1968, la Unión de Campesinos (UFW) lanzó un boicot de los supermercados Safeway, eligiendo como blanco a una sucursal en San Francisco por rehusarse a apoyar al boicot de uvas de UFW y vender uvas pizcadas por esquiroles. El boicot de uvas fue un asunto contencioso, pues los campesinos y sus partidarios solían sufrir el peso de la violencia anti campesina y anti boicot—el organizador Lupe Murguía fue agredido físicamente por el gerente de la sucursal de Safeway y por un guardia de seguridad y requirió hospitalización para sanar sus heridas; de igual manera, el activista Fred Ross, Jr., fue el blanco de los disparos de un guardia de seguridad mientras distribuía folletos. En septiembre de 1968, el alcalde de San Francisco Joseph Alioto se ofreció a mediar la disputa, aun cuando los partidos lo rechazaron. 

Ese mismo año, GI Forum, una organización mexicoestadounidense prominente que aboga por los veteranos y las causas comunitarias anunció su apoyo a favor de la huelga de la uva; el sindicato de enlatadores de Seattle y también la Asociación Política Filipinoestadounidense (FAPA en inglés) se sumaron al boicot. A la misma vez, los líderes católicos del país anunciaron su apoyo a favor de los campesinos, incluyendo al arzobispo Robert Lucey de San Antonio y al arzobispo Karl J. Alter de Ohio, quienes hicieron un llamado a los agricultores a cumplir con las demandas y para que las protecciones de la Mesa Nacional de Relaciones Laborales (NLRB) fueran extendidas a los campesinos, respectivamente. Desafortunadamente, la resistencia era de esperarse y estaba atrincherada, especialmente en una sociedad como la estadounidense, empeñada en negarle a los campesinos dignidad y derechos básicos. En 1968, El Malcriado reportó un plan federal para destruir al boicot de las uvas, subrayando que el incremento en exportaciones de uva, en cara del boicot que diario crecía, estaba en realidad reforzado por el gobierno federal de los estados unidos quien las compraba para entonces mandarlas a los soldados en Vietnam.